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Desde el embrión, en el seno materno, antes incluso de que sus manos se hayan movido por primera vez, y al mismo tiempo que se forman sus dedos, posee ya las principales líneas con las que nacerá, y que salvo casos excepcionales, conservará a lo largo de toda su vida.
Las manos contienen millares de terminaciones nerviosas que obtienen su origen en el surco central de la cisura de Rolando, que es la que divide el cerebro en sentido transversal en dos partes aproximadamente iguales.
Los mensajes enviados al cerebro por los sentidos o que provienen de él, atraviesan forzosamente el surco central de la cisura de Rolando para llegar a la parte frontal del cerebro, considerada como asiento y receptáculo de los impulsos conscientes: pensamiento consciente, memoria, imaginación, etc.
Las manos se convierten así en una especie de proyección descriptiva del cerebro, y como el cerebro es el asiento indiscutido de la personalidad, las manos permiten hacer una lectura de ella, y penetrarla profundamente, gracias al código constituido por la QUIROLOGÍA.
En 1945, en Alemania, un obrero de la construcción tuvo un accidente que le causó un traumatismo craneoencefálico, lo que provocó que las líneas de sus manos se borraran. Más tarde, conforme fue tomando otra vez conciencia, las líneas se le volvieron a marcar.
En el año 2001, en el Hospital Place d’Arsonval de Lyon (Fran- cia), a un paciente le trasplantaron las dos manos, que había perdido en un accidente.
A partir del trasplante comenzó a corregirse la zona del cerebro que controla esta parte del cuerpo, comprobándose a través de varios encefalogramas que en esa zona del cerebro hubo un antes y un después de la operación. Su funcionamiento comenzó a cam- biar en la medida que su cuerpo aceptaba sus nuevas manos.
Para mayor sorpresa, los médicos también pudieron observar cómo las líneas de sus manos variaban con la evolución, adaptándose a su nuevo propietario.
Estos sucesos permitieron comprobar que las manos se marcan por impulso cerebral nervioso, que entre cerebro y mano existe una estrecha relación.
De hecho, la antropología clásica nos dice que el cerebro no hubiera llegado a evolucionar tanto si no hubiésemos tenido como herramienta la mano. Mano y cerebro han provocado en el hombre un desarrollo que le ha llevado a ser el ser más civilizado del planeta.
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